El arte de amarte.
(PARA SU CONSIDERACIÓN. TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS)
Capítulo Uno
Alahi
Siempre voy a ser la bailarina que se cayó de un escenario y sufrió una lesión que terminó con su carrera… Lástima, así es como me mira la gente, con lástima. Es por esa razón por la que regresar a Élite, mi antigua academia de ballet me provoca un extraño revoloteo; pero me niego a pensar que es añoranza. No puedo permitírmelo, y lo sé.
El solo hecho de cruzar los pasillos de la academia de danza más famosa del país, y observar los salones, a los estudiantes y a los profesores, es… extraño. Es decir, un día consideré este lugar como mi hogar, pero ¿ahora? Solo voy a la academia cuando absolutamente tengo que ir. No es como que no puedo gestionarlo. Si es que me encuentro con antiguos compañeros o a profesores que desean charlar conmigo, me abstengo de mostrar lo que en realidad pienso o siento con sus usuales preguntas: «¿Cómo has estado?» o «¿Qué ha ocurrido después del accidente?» o «¿Es cierto que ya no puedes bailar?». «Bien». «Me quedé en bancarrota». «Si puedo, pero no de manera profesional». Esas serían mis respuestas…
Me he acostumbrado a esa mirada, esa que indica el pesar que a las personas les provoca mi historia, tal cual el guardia que me abrió espacio por la entrada principal de la academia mientras bajó la mirada y apretó los labios. Estoy bien, amigo. Sí, esa es mi historia, la historia de una pobre bailarina que se cayó de una tarima dos metros debajo de una orquesta y se rompió el tobillo; ni una sola operación pudo devolverle… su sueño. Esa soy yo.
Todo cambió gracias al suceso, todos mis planes, mis listas, el control que tenía sobre mi propia vida… Entiendo lo que eso significa para muchos, pero ¿lástima? Odio que la gente sienta lástima por mí. Yo no la siento. Ya no. Incluso si mi carrera terminó, por lo menos sigo viva, por lo menos puedo caminar y aún puedo bailar, aunque no de manera profesional. Eso no me salva de la extraña sensación de incertidumbre que crece ahora que he regresado a la academia de danza, esta vez, por razones ajenas al ballet. Lo que me lleva a lo siguiente…
@AlahiV: ¿Ya viste la publicación de @encubierto? El mensaje que escribo a mi hermano por medio de Art Hub tarda unos segundos en enviarse. Lo sé, lo sé. En estos momentos, no debería estar concentrada en lo que veo dentro de las redes sociales contando que estoy en Élite, pero no puedo creer lo que dijo el usuario «@encubierto» en su publicación mañanera; especialmente si habla del proyecto en el que he estado trabajando por tres meses en la empresa de mi hermano mayor.
La pantalla de mi celular se prende con un mensaje. @AitorVega: Intento no pensar en eso ahora. Estoy trabajando. «¿Está bromeando?». Sacudo la cabeza y continúo escribiendo, a regañadientes. @AlahiV: Está hablando de Art Is Life y Artfusion, tú empresa. ¿No te molesta un poco? @AitorVega: Eres nueva en este mundo de Art Hub, hermanita. @AitorVega: Es normal que @encubierto se meta en lo que no le importa. Era inevitable con Art Is Life. Recuerda: no hay mala prensa. @AlahiV: ¿Y por eso todos debemos sufrir las consecuencias? @AitorVega: Concéntrate en la junta con Claudia por ahora. Me marcas saliendo.
Gruño mi frustración con el último mensaje de mi hermano. Una reacción poco común de mi parte. Pero ¿quién se piensa que es? A estas alturas de mi vida, debería de estar acostumbrada a su hosca, cerrada y seria forma de ser, pero parece que no aprendo. —Debería importarle, ¿cierto? ¿No estoy loca? —digo a través del teléfono mientras me acomodo en el sillón de dos plazas de la sala de espera de la oficina de Claudia Valle (la directora de Élite).
Llegué hace casi media hora por la junta que tengo con ella, pero sigo en espera. África, mi hermana mayor, parece meditar mucho sus palabras al otro lado del teléfono. Me encantaría que estuviera aquí para darme un consejo frente a frente, pero se encuentra en el sótano de Élite trabajando como modista, justo debajo de la sala de espera en la que estoy. —De acuerdo, hermanita —me dice—, guíame con lo que está ocurriendo para que entienda mejor.
Respiro y aclaro: —Aitor no parece afectado de que @encubierto haya dicho que las becas que se entregarán después de los eventos de Art Is Life son una excusa de Artfusion para atraer inversores. —Art is Life, el evento más importante de Artfusion, la empresa que nuestro hermanito usó para crear su famosa plataforma, Art Hub. Lo entiendo, continúa, por favor —pide África, sacándome una sonrisa. —Son donadores, Áfri, ¿sabes? Y esas becas ayudarán a cientos de personas. Pero eso no lo dice @encubierto.
—Ya. Ahora, ¿él sabe lo de las becas? ¿O Ella? ¿Qué… es? Una sonrisa amenaza con salir, pero la disimulo y me la trago. —No lo sé. Nadie sabe quién es @encubierto. Pero su publicación se hizo viral en segundos, Áfri y Art Is Life comienza el fin de semana y…, y…, Dios, nunca había sufrido tanto estrés como estos tres meses con la planeación para que @encubierto lo critique.
—Me llevo el dedo índice a la sien para frotarlo y miro a todo sitio en la sala de espera, las plantas al costado del sillón en el que estoy, las paredes blancas y pisos de madera, el arco que me permite ver algo de la mesa y a las recepcionistas a unos metros. Respiro mientras África me dice: —Como tu hermana mayor, puedo decirte que estoy orgullosa de lo que has logrado. Ya ni yo puedo pasar más de diez minutos con Aitor sin que haya una discusión de por medio.
Yo solo te digo, Alahi, no hay mala prensa. No dejes que lo que diga este tal @encubierto afecte lo que has hecho en los últimos meses. Si no fuéramos como polos opuestos, la gente sabría que los hermanos Vega parecemos compartir mente. Así es, somos los Vega, aquella familia de la que @encubierto y tantos reporteros o perfiles más hablan constantemente en Art Hub, la red social más famosa del momento.
El arte ha sido gran parte de la vida de los Vega desde que… bueno, tengo memoria. Se suponía que yo sería bailarina antes de mi accidente. Aron, el mayor de nosotros, es el único que no vive en México, lleva años viviendo en Los Ángeles, y es una de mis personas favoritas en la tierra. Es actor, y de los buenos, no por nada tiene dos estatuillas doradas ahora, probablemente en una estantería cerrada con candado y todo.
Lamentablemente, solo lo veo una vez al año, con suerte, dos. Aitor viene después, y él es algo así como el magnate de los negocios, siempre le gustó el arte, y tiene una maestría en historia del arte, algo que ha sido un impulso para su empresa. Aunque suele ser duro, crudo y directo, es una de las personas más cariñosas del planeta. África es diseñadora de modas y, aunque trabaja en Élite, sé que sería muy exitosa si algún día quisiera abrir su propia boutique, o su tienda. Debo admitir, ella es todo lo contrario a mí: espontánea, libre y atrevida, aunque tiene una parte maternal que imagino que tuvo que desarrollar cuando mis padres se marcharon a disfrutar del mundo y ella se convirtió en madre sustituta y la matriarca de los Vega. Al contrario de Aitor, Aron y yo, África salió a mamá.
Sus ojos son ambarinos, opuestos a los nuestros tan verdes como dos esmeraldas, y su cabello es ondulado y no rizado, y de un tono almendra, rivales al rubio; eso sí, todos los Vega tenemos los mismos pómulos delgados y la nariz recta y corta. Aunque sabe hacerla de mamá sustituta, siempre me ha incitado a salir de mi zona de confort para disfrutar mi vida, y lo cierto es que para mí significa más, siendo mi hermana y a la vez mi amiga y mi cómplice. —¿Alahi? —Vuelvo la mirada hacia Cinthia, una de las recepcionistas que me recibió hace casi cuarenta minutos en las oficinas—.
Claudia va a tardar un poco más. ¿Te importa esperar? —Claudia retrasando una junta. Qué sorpresa —dice África al otro lado del teléfono. Aunque Cinthia no puede escucharla, sé que delataré algo gracias al rubor que siento creciendo en mi cuello y en mis mejillas mientras intento ocultar una risa ante el sarcasmo de mi hermana. —Puedo esperar —le digo a Cinthia, sonriendo. Cuando la asistente se marcha hacia las puertas abiertas de la antesala, sacudo la cabeza. —No puedes decir esas cosas, Áfri. Te recuerdo que trabajas para ella. Y por ella me refiero a Claudia Valle, la directora de Élite. —No es mi culpa que nadie le tenga aprecio aquí. —Shhh —le digo mientras agito una mano, nerviosa. No me gusta criticar a la gente, ni siquiera cuando no son de mi agrado. Las carcajadas de mi hermana son casi contagiosas, como toda su esencia.
Por lo menos hablar con ella por teléfono me ha tranquilizado un poco por lo que leí de @encubierto. —En fin —dice mi hermana de un largo suspiro—. ¿Me vas a decir qué es lo que ocurre en realidad? Te conozco lo suficiente para saber que un columnista de chismes no es quien está haciendo que mi hermana relajada y consciente esté tan alterada. —Se acerca a mi—. ¿Es Claudia? —susurra.
En parte lo es. Estoy irritada porque no he visto a Claudia Valle desde que salí de Elite, completamente rota y en los brazos de alguien que ahora mismo está en la academia, y es precisamente la razón por la que estoy tan alterada. Doy un sorbo a mi termo de té de hierbabuena mientras cruzo las piernas y me recargo en el respaldo del sillón.
—Faltan tres meses para que acabe de trabajar para Aitor y sigue insistiendo que lo haga a tiempo completo. —Ya —dice solamente—. Y claro que no quieres hacerlo. —Ya me conoces —le digo—, estoy en una búsqueda. Esto lo hago por las becas, nada más. Además, he trabajado tres meses con Aitor y aún no nos hemos matado. —Porque eres demasiado buena para ser real. Oye…, que estoy muy orgullosa de ti, hermanita. No sé qué te ocurrió en Nueva York, pero me alegra ver cómo has crecido y comienzas a disfrutar la vida lejos del control.
¿Fue tu curso de autosanación? De pronto regresa algo más que incertidumbre, porque no es precisamente lo que viví en Nueva York o el curso del que habla Áfri lo que ha estado alebrestando mi mente y haciendo que piense más espontáneamente a lo que acostumbro. Apoyo mi mano a mi mulso y aprieto con fuerza. Siento el calor reptando por mis mejillas mientras mi estómago se hace un ovillo, pues… sí que ocurrió algo inesperado, algo que no debió suceder y ocurrió solo porque regresar de Nueva York fue un bombazo de emociones.
De acuerdo, no debería de estar pensando en esa noche en lo absoluto, no debería estar pensando y recordando en un fuerte brazo rodeando mi cintura, dedos entrelazados a mis rizos sueltos y unos labios cálidos sobre los míos, devorándome… —Mierda —escucho a través del teléfono la voz de mi hermana, única que hace que despierte del pequeño transe—. Es hora de regresar a mi esclavitud. ¿Estarás bien sola? —Ya no soy una niña, Áfri.
—Yo no estaría tan segura —me dice—. Te espero para cenar, y por favor deja de ver las publicaciones de @encubierto. —Sí, mamá. —Dios, odio cuando tú o Aitor me llaman así.
Saco unas pequeñas carcajadas mientras África me dice que me quiere y me cuelga la llamada. Sin embargo, me quedo con una extraña sensación en el estómago, no solo por la conversación respecto a @encubierto, sino por el recuerdo que he estado intentando bloquear durante meses y llegó a mí sin pedir permiso, sin tocar a la puerta.
Sacudo la cabeza intentando sacar todo pensamiento y concentrarme en mi nuevo trabajo mientras la espera a la directora de Élite se retrasa y se sigue retrasando. @YagoDeCastas: Ya sé que sigues en Élite, pero cuando tengas tiempo, te pido que me envíes los contratos del Museo del Ángel. Lalo: Hola, Alahi. Tu hermano me pidió que te dijera que va a tener que cancelar la cena porque va a encontrarse con Casares. Lalo: Ya sabes de antemano que no se le puede discutir nada a Aitor. @FátimaT.M.C: Giovanni Casablanca está hablando de Art Is Life en un en vivo. @FátimaT.M.C: Muchos de sus seguidores ya están inscribiéndose en el enlace. A pesar de que tengo más de treinta correos y mensajes de todo el comité de organización, además de Lalo, el asistente de mi hermano, al único mensaje al que contesto es al de Fátima.
Cuánto ha crecido la plataforma… ¿No sabes lo que es Art Hub? Es probablemente la aplicación de arte más famosa de México, donde artistas conectan los unos con los otros, pero a la vez pueden tener oportunidades laborales o solicitar plazas para las universidades más reconocidas de México. Cada perfil de la plataforma tiene algo especial, hay de todo.
Cantantes, retratistas, pintores, músicos, actores, bailarines, aficionados a las artes marciales… No hay otra aplicación como esta, y fue creada por mi hermano cuando tenía veintitrés años. Nadie pensó que la idea de tesis de Aitor, sobre crear Art Hub, despegara y llegara a estar en el top cinco de las aplicaciones y plataformas más usadas en la República Mexicana y el este de Estados Unidos. Y mi hermano, considerado el empresario de arte más famoso del país.
Debo ser honesta, jamás me imaginé que estaría trabajando para su empresa, Artfusion, o para él. Y ahora, aquí me encuentro, recordando mis años como bailarina y quejándome por un usuario de Art Hub que literalmente está criticando el evento en el que he estado trabajando por meses. Pero claro, no puedo darme el lujo de renunciar contando que no tengo un plan de vida. Ya no… Es verdad que mi lista de «¿En dónde te ves en cinco años?» ya no es la misma que era hace, precisamente, cinco años. Después de mi accidente, todo cambió.
Aunque he sanado, tanto física como mentalmente, una parte de mí siempre se rehusó a terminar trabajando para mi hermano o planear este gran evento que Aitor expone año con año. Y, sin embargo, ahora no tengo oportunidad de renunciar. Esta es la cuestión, mi mente no tiene la habilidad para pensar en negocios al contrario de un buen arabesque, pero creo que soy buena. Aun puedo recordar la sorpresa de Aitor cuando expresé mis nuevas ideas para Art Is Life, este evento de aniversario a Artfusion.
No soy alguien que toma las cosas a la ligera, soy alguien que piensa dos veces antes de tomar una decisión, alguien que analiza hasta el más mínimo detalle de las cosas; al parecer, no he dejado de tomar decisiones espontáneas desde el cumpleaños de Aitor hace tres meses que regresé de Estados Unidos indefinidamente: ansiedad, nervios, un intenso latido, y hasta un revoloteo en el estómago. No tenía intención de abrir un perfil en Art Hub, soy más como África, aunque no tan enemiga de las redes sociales como lo es ella, pero sí tímida de ellas. Lo cierto es que exponer mi vida no era algo que me atrajese, pero tuve que abrir un perfil por solidaridad a mi hermano cuando fue el lanzamiento de Art Hub, y es gracioso ver que soy de los únicos usuarios con menos de diez fotos. Doy un suspiro cargado de añoranza y me pongo a pensar que tal vez hubiera sido una buena plataforma para poder dar a conocer mi arte, por lo menos la que aún existía antes de que mi compañero de baile y yo cayéramos de la tarima del teatro.
@AlahiV: Es una idea. Si las figuras públicas de Art Hub hicieran lo mismo que Giovanni Casablanca, tal vez conseguiríamos más aspirantes a becas. ¿Puedes escribirles a sus Publicistas? @FátimaT.M.C: Claro. El único que no tiene un representante o publicista es Leonardo De Castas. ¿Quieres escribirle tú o le digo a Yago? No sé por qué a la sola mención de Leo, mi mano comienza a temblar y a sentirse pesada, como mi estómago y… mi cuerpo. De pronto me encuentro en una espiral mientras estoy sola, sentada en este sillón incómodo y repentinamente mareada.
Trago saliva con dificultad mientras mi dedo tiembla cerca del teclado de mi celular. La sola idea de escribirle a Leo se siente como un puñetazo invisible en el estómago, pero no de una mala manera, sino como una anticipación de algo. Sé que Yago podría hablar con Leo, es su tío y sigue viviendo con él, pero soy yo la encargada de los influencers como parte de mi trabajo en el comité de organización. Podría escribirle a Leo por medio de Art Hub, pero parece algo impersonal contando cómo terminaron las cosas entre nosotros. @FátimaT.M.C: Puedes decírselo en persona, me dijo Yago que Leonardo está camino a las oficinas de Élite a firmar su nuevo contrato.
—¡Oh, Dios mío! —grito mientras me levanto del sillón y siento un tirón en el pecho, que me provoca dolor en las costillas. Lo que antes era un revoloteo de ansiedad en mi estómago se convierte en un enjambre de avispas que probablemente mi tonto corazón rompió con ese latido que ahora mismo estoy escuchando y siento en mis sienes.
—Buenas tardes, señoritas… Como si esas palabras no fueran suficientes para que despegue los ojos de mi celular con el mensaje de Fátima, vuelvo la mirada hacia la entrada de las oficinas, sintiendo una extraña energía recorriendo mi espina dorsal. Mis labios se entreabren mientras siento un pequeño tirón en el pecho mirando una silueta en el escritorio de las secretarias. ¿Es posible que los pulmones de alguien dejen de funcionar? «Mierda, mierda, mierda». Veo a Leonardo De Castas colocando ambas manos en la mesa de madera de los escritorios en la antesala, vestido con unas licras cafés y una camiseta holgada de color beis, casi tan transparente que me deja ver la camiseta negra y entallada que lleva debajo.
De alguna manera, las ventanas y la luz de medio día hacen contra reflejo con su tez tostada y el perfil de su cuerpo. Por suerte para mí, su cabello despeinado y largucho cubre el perfil de su rostro y una media sonrisa, una que es, literalmente, famosa. De pronto comienzo a perder la habilidad para respirar, para pensar. Leonardo De Castas nunca había provocado eso en mí, si acaso, buenas risas, buenos momentos, buenas pláticas… Pero lo que ocurrió hace unos meses… Me coloco la mano en mi estómago recordando esa noche, lo que compartimos, lo que hice… Antes era sencillo con él. Lo veía, lo saludaba y pasábamos el resto del día ensayando, platicando o saliendo. Ahora me encuentro mirando al mejor amigo de mi hermano, a mi mejor amigo y a mí antiguo compañero de baile, como si fuera un complete extraño. Un extraño guapísimo.
Un extraño irresistib… —Alahi. Me volteo tan pronto la voz de Claudia retumba a mi lado y me cubro la boca para evitar gritar por el susto. Parpadeo para retirarme la imagen de Leo de la mente y así ver a la directora de Élite. Me está sujetando el hombro, y me mira con esos ojos marrones brillosos, como dos chocolates.
—Hola. —Mi voz es rasposa, hueca. Un susurro. —¿Estás bien? Asiento y no digo nada. En estas situaciones, tendría que usar mi voz, pero ¿y si lo alerto? Vuelvo la mirada hacia la entrada de la oficina, Leo sigue ahí y, al parecer, no ha captado mi presencia. No quiero que lo haga, sería incómodo. —Lamento hacerte esperar, pero entre llamadas de padres de familia y la presentación de otoño, definitivamente tengo poco tiempo.
Tragando saliva, me enfoco solo en Claudia. Tengo que enfocar mi mente solo en ella. —No hay ningún problema, no te quitaré mucho tiempo —le digo, ladeando la cabeza. —Te lo agradecería, soy una mujer ocupada, ya lo sabes. ¿Pasamos? — Claudia me señala la puerta de su oficina frente a nosotros, y me resisto un momento a entrar. Todo mi cuerpo me pide voltear hacia la antesala, pero no puedo. Encontrarme con Leo ahora no es precisamente buena idea, así que asiento a mi antigua directora y la sigo hasta la oficina, y, sin embargo, puedo sentirlo… Solo he podido sentir en mi cuerpo una mirada antes, solo una única vez, hace meses. Es una sensación extraña, sentir electricidad o una especie de revoloteo cuando tienes ese presentimiento que alguien te está mirando, es como si estuvieras desnuda y expuesta.
Es él, sé que es él quien me está mirando, y, por lo tanto, hago el mayor esfuerzo que he hecho en mi vida para no girarme de nuevo y enfrentarlo, pues en dado caso de que nuestros ojos se conecten, sé que algo se romperá en mí, sé que algo dejará de existir si lo hago. No puedo evitar el temblor en mis manos y un repiqueteo en mi estómago, pero no debería sentirme así ahora. Como si estuviera programada para hacerlo, sacudo la cabeza mientras entro a la oficina de Claudia y me obligo a pensar en todo lo que haré en los próximos meses: sé que mi vida se pondrá más interesante…
AlahiV: Hola, Yago. Mi junta ya comenzó y no pude ver a Leo. ¿Puedes hablar tú con él? @YagoDeCastas: Claro. Te mantendré informada.