El extraño.
(PARA SU CONSIDERACIÓN. TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS)
Capítulo 1 Fuera de órbita
Me sentía literalmente nadie, como si no fuese nada. Pero al mismo tiempo, sentía un montón de emociones feas, confusas y pesadas. Era paradójico, como si no fuese nada más que esa masa de emociones. Como si no fuese un cuerpo y, mucho menos, una persona. Era todo demasiado confuso. En realidad, no tenía idea de nada. Solo estaba tratando de ponerle nombre a lo que sentía y a lo que creía que veía. El escenario que me tenía sintiéndome así era caótico y fantasioso.
Al principio, me encontraba en medio de un cine enorme, con muchas salas y pasillos que parecían no tener fin. Mientras más me adentraba, más grande se hacía. Más extenso. Más interminable. Entonces, de pronto, muchas personas sin rostro (con la cara literalmente borrosa, como en los documentales cuando el director quería ocultar la identidad de alguien), vestidas con un enterizo azul marino, comenzaron a salir de varios pasillos conectados, tratando de atraparme, viniendo por mí. Ahora yo me encontraba desesperada y ansiosa, corriendo de alguna forma para escapar de ellos.
No sentía mi cuerpo ni mis piernas corriendo, pero, por alguna razón, sentía el movimiento de lo que fuera que yo era en ese momento. Entonces, una luz pareció iluminarme. Me di cuenta de lo que realmente pasaba. Todo era un sueño. Y yo, al saberlo, tenía el poder de controlar lo que pasaba en él. Pero cuando me di cuenta de que yo podía controlarlo todo, sin permitirme cambiar absolutamente nada, el escenario se volvió aún más extraño. Se me salió de las manos.
Todo cambió drásticamente. Ahora me encontraba frente a un largo pasillo estrecho y sin luz. Las personas de traje azul habían desaparecido. Estaba completamente sola... o al menos eso creía. Sabía que yo estaba ahí por lo que estaba sintiendo, pero no podía ver ni sentir mi cuerpo. Resultaba absurdamente extraño. No quería recorrer el pasillo ni explorar el extraño e inexplorado lugar en el que me encontraba porque recordaba el sentimiento de vacío y ansiedad que me provocaba haber explorado el cine momentos atrás. Así que, sin otra opción aparente, decidí darme la vuelta para salir de ahí cuanto antes.
Pero me topé con la nada, literalmente. No había vuelta atrás. Frente a mí no había nada. Solo negro. Y tampoco podía avanzar hacia eso porque no podía moverme. En ese momento, comprendí que no había más opción que recorrer el sombrío pasillo que ahora tenía detrás de mí. Sin más, totalmente resignada, me di media vuelta para regresar a mi posición inicial, y entonces lo noté: no estaba sola. Alguien apareció en mi campo de visión.
Era una mujer joven, de aspecto muy acabado. Estaba flaca, casi en los huesos. No tenía cabello ni tampoco cejas. Sus preciosos ojos verdes, que deberían estar llenos de vida, se hallaban inexpresivos y rodeados de unas ojeras muy marcadas. Estaba, además, descalza, y lo único que tapaba su cuerpo era una delgada y larga bata blanca. Era ella. El monstruo. La adrenalina se apoderó de mí al instante. Sentía que era la primera vez que la veía. Era horrible. No tenía idea de qué hacer, solo quería que todo acabara lo más pronto posible. Comencé a sentirme cada vez más asfixiada.
A pesar de no saber si estaba ahí físicamente, con un cuerpo, sentía que el aire me faltaba. Con ella viéndome atentamente, comencé a moverme de forma torpe y ansiosa, dándome cuenta de que no tenía opciones. Si yo retrocedía, ella avanzaba hacia mí. Si me quedaba en el mismo lugar, ella también. En resumen, me resultaba perjudicial en extremo el hecho de intentar escapar de ahí como una cobarde. Pero es que eso era lo que yo era. Lo que siempre había sido. Una maldita cobarde incapaz de enfrentar sus problemas cara a cara. Siempre era lo mismo conmigo.
Nunca era lo suficientemente capaz de nada. Entonces, con sus labios magullados, dientes amarillos y una voz apagada, ella habló: ―¿Por qué no puedes dejar de ignorar tu realidad? ―me preguntó, viéndome atentamente, como si no quisiera perderse ninguna reacción de mi parte. ¿Acaso ella podía ver lo que yo era? ¿Por qué yo estaba tan ajena de mí misma?―. Vuelve. Estaba totalmente fuera de la realidad. Fuera de órbita. Y aunque lo sabía, no podía hacer nada al respecto. Todo lo que estaba pasando tenía el poder de destruirme.
Estaba completamente consumida por una masa de emociones horribles que me mantenían estática, imposibilitándome responderle algo a la persona que tenía de frente. Sentía miedo, ansiedad, desesperación, inseguridad, entre otras emociones más que no sabía describir... o que tal vez ni siquiera existían. Ella, aún en la misma posición, volvió a hablar: ―Sabes perfectamente que yo no estoy aquí para atacarte. No voy a hacerte daño. Solamente quiero que dejes de fingir y regreses a tu realidad. No soy tu enemiga, pero tú insistes en verme como una. Toda la situación era terriblemente asfixiante. Sabía que ella decía la verdad, pero yo no lo quería reconocer. Quería que se fuera y me dejara sola.
Mis emociones, entonces, se intensificaron y me aturdieron a tal punto que me sentí atontada. Era horrible. Ahora comenzaba a creer que el escenario era real y que no tenía escapatoria alguna.
*** Nueva York, Estados Unidos
Lilith Thirlwall Entonces, desperté. Con la respiración agitada, sudando y sintiéndome un poco fuera de mí, me quedé acostada en la incómoda cama de mi pequeño departamento, boca arriba, mirando el agrietado techo sin parpadear. Temía que, si cerraba los ojos, volvería a estar en el mismo escenario de hacía segundos atrás. Me quedé algunos minutos así, en la misma posición, recobrando la conciencia. Y cuando finalmente pude centrarme en el presente, solté un suspiro de alivio. Estaba en el pequeño pero reconfortante departamento que con esfuerzo pagaba cada mes.
Y aunque no era la gran cosa, me gustaba. Era más que suficiente para mí. Era mi espacio. La única habitación con privacidad que había era el baño. Todo lo demás estaba en una sola parte, sin ninguna pared que dividiera las secciones. Había una pequeña estufa al lado de la puerta de entrada, un refrigerador blanco a su lado y, en una esquina, un mini-closet; con un espejo medio roto en la otra esquina y, finalmente, una incómoda cama en la que solo cabía yo (y en la que, por cierto, estaba acostada). No había más, porque no había espacio suficiente para meter otro mueble. Estaba en la realidad que tanto me había costado construir.
En esa que, a pesar de no ser perfecta, me hacía sentir un poco viva. De nuevo era lo que tanto me había costado llegar a ser: Lilith Thirlwall. Una chica aparentemente ordinaria, con problemas normales y una vida que difícilmente alguien envidiaría. Una vida que hasta a mí me costaba a veces creer que vivía.